A veces no sé que hacer. A veces quiero correr, correr y
abrazarte o sólo correr. Amar, saltar, y al final lo que sucede es que caigo
muerta.
Es difícil pelear contra mí misma. Tantos miedos y
pesadillas. Todo por no reconocer ese lado oscuro que está en mí y que también
es parte de lo que me hace quien soy. Para que pelear contra mí misma, eso no
hace falta, no hace falta pelear. Lo que necesito es reconocer. Reconocerme.
Aceptar mis impulsos y mis deseos. No negarme. Dejar salir mis perversiones más
intimas y tener el valor de vivir todo lo que he soñado. Quiero aceptar que no
soy “una perita en dulce” como decía mi abuela, que no soy tan linda, buena
onda, paciente y responsable como mis padres quisieran. Que a veces me dan
ganas de besar al esposo de mi amiga o pasarme un alto por que ya voy tarde.
Otras veces no quiero saludar a nadie y otras quiero follarme a todos, y no es
por sea grosera, mal educada o en el segundo caso una caliente. Es simplemente
por que quiero reconocer que mi forma de ser, algunas veces se revela a las
éticas y moralidades de mi entorno o peor aún, me revelo contra mí misma, me
saboteo, me regaño, me avergüenzo, me rebaso y me sorprendo yo solita. Puedo
ser muy responsable, sí, a veces, puedo comportarme muy seriamente pero también
hay una mujer perversa dentro de mí, que le gusta disfrutar y hacer lo que le
plazca, cuando le plazca y con quien le plazca.
A veces los demás me importan tanto que los pongo incluso
antes que a mí misma, quiero que todos estén bien, que no les falte nada y
soñar. En esta vida los sueños se cumplen, se hacen realidad, eso me decía mi
abuelo. En las mañanas cuando me quedaba a dormir con ellos, él me despertaba
con besitos en mis pies, eso a mi me daba cosquillas y despertaba riendo.
Susurraba que el desayuno ya estaba listo y yo lo abrazaba, lo besaba y me
ponía mi bata para bajar a desayunar. Ahí me preguntaba por mis sueños y yo le
contaba lo que quería ser de grande. Lugares que no conocía y con los que
soñaba. Personas que en mis sueños aparecían y desaparecían pero que jamás había visto. Él decía que los
lugares con los que soñaba algún día los conocería y las personas que en mis
sueños aparecían, en algún momento llegarían a mi vida.
Siempre he soñado que soy una mujer fuerte, sana, que no
come carne y que come muchas frutas y verduras. Una mamá que sabe de nutrición,
se alimente sanamente y que lo mismo hace con sus hijos.
He soñado que soy una mujer que toma mucho agua, liquido
sagrado, transparente y vital. Mujer que cuida y ahorra el agua como un
preciado tesoro, mujer que conoce lo valioso. Mujer rica, que se enriquece y
enriquece a quien está junto y cerca de ella.
Sueño con ser una mujer trabajadora, siempre de aquí para
allá dando lo mejor de mí y haciéndolo todo con amor y hermosura.
De niña soñaba que era doctora ginecóloga, psicóloga,
maestra, bailarina y actriz. Siempre quería ser la protagonista de todas las
películas, de todos los libros o de todas las obras de teatro a las que iba.
Soñaba con ser como Frida Kahlo, Sor Juana Inés de la Cruz, Madonna o Anaís Nin.
Así de diversa y contradictoria ha sido mi vida siempre. Por un lado Sor Juana
y por otro Madonna. Una parte de mí quiere escribir sin que nadie me moleste y
leer. Dejar libros, palabras, pensamientos y sueños en papel y tinta. Por otro
lado quiero ser una artista trabajando por todo el mundo, moviendo a masas con
el baile y la música. Disfrutando el sexo y liberando los pensamientos.
Ahora sé que soy una mujer mexicana, joven, que a veces no
sabe que hacer. Que tiene dudas, sueños, miedos, pesadillas y recuerdos. Como
todas. Con inseguridades y fortalezas. Quiero reconocer a esa mujer que vive en
mi y que puede equivocarse. Esa mujer que si se equivoca es por que se atreve, se arriesga. Con voluntad
alcanza y logra. Si sueña algo lo
hace realidad, lo vive y lo goza.