
Por: Martha Itzel y Jorge Garibay
La mirada más extraordinaria que he visto, una mezcla de
inocencia desvanecida al calor de una lúgubre y fría tarde.
En Turquía o en México, mi corazón siempre latirá
al ritmo de compases arrítmicos en mi mente, fuera de sintonía
pero al fin ahí, donde siempre. Cómo siempre. Feliz. Cerca de ti y
junto a ti sentí e imaginé debía ser así, tal vez de la mano o
sólo con el corazón. Abierto, entero y entregado. Con amor
conectamos, sólo al mirarnos. Nos abandonamos al saber
por el hecho de vivir, sentir, sentirte. Me gusta sentirte y sentir
el aire. Recorrer cada detalle de tu cuerpo,
agudizando los sentidos, colores sensaciones. Disfrutar de una caminata en la noche platicando y…
...sólo eso basta para que fácilmente aparezca la música convirtiéndose en lo que quiero.
Eso que quiero. Fuerzas suficientes para alcanzar nuestros sueños. Pero,
qué quiero. Nuevamente trato de entender mis propias letras,
sin saberlo, sin entender lo que piensas o lo que quieres,
siempre comprendí que así debía ser más nunca lo sentí tanto como ahora.
Una noche del 2010