
Tenía 22 años cuando terminé con mi primer novio. Había vivido con él 3 años y 6 en total de estar juntos.
Vivía con mis padres mientras buscaba departamento y después de estar soltera 3 meses, comencé a sentirme ansiosa. Quería estar con un hombre, besarlo, abrazarlo, acariciar su pecho y entrelazar mis piernas entre sus muslos.
Quería sentirme deseada, amada, seducida y penetrada. Quería que me desnudaran y me tomaran donde fuese. Ahí, donde estuviéramos. Que me arrancara la ropa con pasión y me abrieran las piernas sin esperar nada más.
Fue un día de julio cuando llegue a casa y mis padres no estaban. Era una tarde lluviosa y la casa estaba sola. Sobre los vidrios de las ventanas vi escurrir el agua y sentí entre mis piernas la humedad del día. Solté mis cosas en ese instante y me tumbé en el sillón. Traía mi ipod encendido y como en concierto con mis padres y con la tarde, todo y todos se orquestaban para regalarme ese momento de soledad y placer.
Comencé por acariciarme un seno. Suavecito, despacito. Mis piernas se abrieron inconscientemente, mi mano bajó acariciando mi abdomen y mientras subía mi blusa para sentir mi piel blanca, suave y caliente, mi otra mano acariciaba mi muslo y subía hasta la entrepierna que se movía junto con mi cadera hacia arriba y hacia abajo.
Me saqué la blusa de un jalón para poder estrechar mi seno con el deseo de estos 3 meses que llevaba sola.
El pezón erecto y mi pantalón ajustado…
yaaaa!!!
Lo desabotone y metí mi mano hasta alcanzar mi clítoris. Oh!!! Si!!! Por fin. Tibio, dilatado, punzando como mi corazón ansioso de ser tocado. Lo froté por un rato mientras me bajaba el brasier para dejar mis deliciosos senos libres y accesibles a mí. A mi placer y a mi deseo.
Metí más mi mano bajo el pantalón y logré sentir lo humedecida que estaba. Tan dilatada que no quise esperar más para penetrarme y gozar. Gozarme. Amarme y estar conmigo. Complaciendo mi erotismo y satisfaciendo mi sexualidad.
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