martes, 1 de febrero de 2011

Un sueño erótico


Me encontraba en la cocina leyendo un libro de XAVIERA HOLLANDER verdaderamente erótico y excitante. Después de tomar un delicioso té negro, como siempre, con una cucharada de azúcar morena y un poco de crema, cerré el libro y noté que tenía sueño. Decidí irme a descansar. Cuándo pase por el cuarto te vi, como siempre sobre la cama. Estabas boca abajo leyendo un libro. Sentí el impulso de saltar sobre ti y comerte a besos. Me acerque lentamente. Como un felino que acecha a su presa, no notaste mi presencia hasta que toque tus pies y me subí a la cama.
Sorprendido te reíste y me dijiste-
HOLA-
Yo respondí levantándote la camisa y besando tu espalda. La piel se te erizó. Dejaste el libro sobre la mesa que está a lado de la cama, te diste la vuelta llevándome con un fuerte abrazo tan cerca de ti como nuestros cuerpos nos lo permitieron. Miraste la luz que de la calle entraba por la ventana e iluminaba el techo de la habitación.
Dijiste-
Dios mío-
Y te interrumpí besando tus labios con ternura e inocencia. Mi cuerpo por dentro ardía. Comencé a quitarte ese sweter gris que normalmente te luce encantador, pero en ese momento sólo quería sentir tu piel.
Te vi con el torso desnudo, deliciosa cintura que se va ensanchando hasta llegar a tus hombros, musculosos, fuertes e irresistibles. Recorrí tus brazos acariciando tu piel tersa y blanca. Me acerque para besarte el hombro derecho subir por tu cuello y percibir el aroma que emana tu cuerpo. Es un olor tan suave y fresco que me provoca y me enloquece. Estaba muy excitada. Mi boca se salió de control y te mordió con fuerza-
Hey!!!- gritaste.
Yo calme tu dolor con mi lengua y bajando mi mano por tu pecho llegué hasta tus pantalones. Ahí noté que algo había crecido y se endurecía cada vez más. Moría de ganas por hacerte el amor.
Me saqué la blusa con intrépida rapidez y recorrí mi cuerpo hacia abajo hasta que pude besar tu ombligo. Bajé más recorriéndote, lamiendo tu vientre y desabrochando el cierre, llegué por fin a bajarte el pantalón para sacar de ahí tu grande y hermoso pene -oh!!!- sí! Cuando lo ví, sentí como me humedecía. Lo bese con ansiedad. Mi lengua lo recorría todo, de arriba a abajo hasta llegar a tus testículos, los besaba y acariciaba. Te succionaba con tanta fuerza como mi excitación dictaba. Yo estaba muy mojada y mi clítoris se dilataba para recibirte. Quería tenerte dentro.

Me sujetaste con fuerza para recostarme sobre la cama. Tú te colocaste ahora arriba de mi y me besabas con amor y pasión. Eran besos tan intensos los que esa noche compartíamos que no los podré olvidar nunca. Veía tus ojos. Esa mirada profunda que me incitaba a ir mas allá.
Quiero confesarte que me deshaces.
Cuándo te miro mientras estas dentro de mi, veo tu interior. Tan profundo que quiero averiguarlo. Penetrarte y saber más de ti. Nuestras miradas se compenetraron. Cerraste los ojos nervioso y decidido abriste mis piernas y te colocaste entre ellas. Acariciabas mi pubis. Te detuviste a olerme antes de besar mi clítoris. Esa tarde me había bañado con jabón olor a canela y la habitación se impregnaba de ese afrodisiaco aroma. Tu lengua comenzó a introducirse en mí y mientras mi sabor te embriagaba, yo estaba a punto de experimentar un orgasmo. Mi cuerpo se rendía ante ti. Mi alma se entregaba toda. Mordiste un poco mis labios. Tu sensibilidad y la conexión que vivimos te hacía saber lo que me daba placer. Sabias mover tu lengua para llevarme al infinito. El orgasmo me hizo perder la consciencia por un par de minutos. Mientras me recuperaba, tú bebías el elixir que escurría de mí y antes de que pudiera reponerme, te estiraste por un condón que tenías sobre la mesa en la que habías dejado el libro. Yo iba recuperando fuerzas lentamente y todavía un poco débil te quite el condón y lo abrí, me lo metí a la boca. Ahora yo me levantaba para recostarte. Sobre ti giré mi cuerpo para quedar en “la posición 69” y poder meter tu pene en mi boca. Mientras tanto tu ya habías comenzado a jugar con tu lengua y con mi clítoris. Eso me hacía vibrar de nuevo, sentía que iba a experimentar otro orgasmo. Acariciabas mis nalgas y tus manos subían un poco por mi espalda. Yo te acariciaba los muslos y te ponía el condón con mi boca. No podía estar mas tiempo así. Necesitaba que me penetraras con tu enorme miembro y sentirte dentro de mi. Creo que sentiste lo mismo por que sin hablar, nos movimos al mismo tiempo para que yo pudiera sentarme en ti e introducirte en mi.


Cuando me penetraste, sentía como sí fuera la primera vez. Me hormigueaban las piernas y comencé a experimentar otro orgasmo casi inmediatamente después de tenerte dentro. Me aferre con las dos manos a tu pecho para no desvanecerme. Sólo veía una luz tan intensa que me deslumbraba. Perdí la vista por completo. La noche, la habitación y tú se desvanecieron en un centellear que nublaba mi mente. Me disolvía en ti y en el espacio. Sentía que me perdía cuando súbitamente te levantaste. Me colocaste boca abajo sobre la cama y me penetraste con fuerza. Tus manos sujetaban mi cadera para que la fuerza con la que empujabas tu miembro dentro de mí, no me alejara de ti. Aceleraste. Mis gemidos te excitaban. Como si quisieras atravesarme con tu miembro entrabas y llegabas a mi profundo interior. Gritaba de placer y eso tú lo disfrutabas. Sentía como tu pene crecía dentro de mi. Estabas a punto de estallar. Tu respiración se agitaba cada vez mas. Podía escuchar tu placer en ruidos que emitías sin consciencia. Estabas a punto de eyacular. Tu pene bombeaba en mi interior como un corazón excitado. Enloquecido. Las contracciones que tenías dentro de mí me hacían sentir que sí el placer mataba, esa noche moriríamos.

De pronto, me asalto una necesidad imperiosa de verte a los ojos. Me separé de ti sin pensar y gire para quedar de frente y poder mirarte. Tu rostro, a demás de la sorpresa de aquel movimiento inesperado, mostraba una mezcla extraña entre placer y dolor. Supuse que era por mi espontáneo giro. Te dije-
Ven! Ven a mí! Vente en mí!-
Sin demora, tú ya estabas de nuevo a dentro. Comencé a temblar. Mi cuerpo débil como el de una muñeca de trapo se acomodaba a tu placer. Acercaste tu boca a mí y en un beso bebimos el néctar delicioso de nuestro amor. Jugo caliente y dulce. Mordiste mi labio. Mi corazón palpitaba junto con todo mi cuerpo. Fuerza y fervor por tenerte tan cerca y tan dentro. Metí mi lengua en tu boca y mientras acariciaba tus testículos sentí como también palpitabas. Gemíamos de placer y nos brindábamos el uno al otro. Nuestros cuerpos en sincronización absoluta se perdieron esa noche para que nuestras mentes se conectaran y nuestras almas viajaran hasta el universo y ahí, el orgasmo que juntos experimentamos nos llevo al futuro. Ahí entendí que siempre te amaría. Sin tiempo y sin separación. Metaconectados. Total mente.

Tu cuerpo sudaba. Nuestros cuerpos mojados renacían. Caíste sobre mí. Rendidos los dos nos mirábamos. Contemplábamos. El destino nos había llamado para cumplir con una misión, y ahí juntos y cerca, sabíamos que no descansaríamos hasta ver de nuevo ese futuro que nos enseñó el amor.

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